Homenaje póstumo de la intelectualidad danesa a Gabriel García Márquez
Copenhague, 15 de marzo de 2024.
La Embajada de Colombia en Dinamarca se enorgullece de haber realizado un sobrecogedor evento para el lanzamiento de dos nuevos libros en danés del admirado escritor Gabriel García Márquez, honrando su memoria, a diez años de la muerte de este autor colombiano.
Se trata de la nueva traducción y edición del clásico "Crónica de una muerte anunciada" (Editorial Aurora Boreal) y la novela póstuma "En agosto nos vemos" (Editorial Gyldendal).
Este encuentro fue de altísimo valor cultural, gracias a la participación activa de una buena parte de la intelectualidad danesa experta en la obra del premio Nobel de literatura colombiano.
A este homenaje asistieron representantes del Ministerio de Educación de Dinamarca, alcaldes, escritores, traductores, artistas, profesores, diplomáticos, editores y promotores culturales.
A continuación se reproduce, en su integralidad, el discurso redactado por el Encargado de Negocios, Duván Ocampo, que sirvió como preludio a la tertulia en la que intervinieron también los editores y traductores de la obra de Gabriel García Márquez.
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GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ Y EL LIBRO COMO CUERPO DEL DELEITE
A propósito de la publicación de la novela póstuma
“En agosto nos vemos”
(Copenhague, marzo 15 de 2024)
Por Duván Ocampo **
"Yo no vengo a decir un discurso", confesó Gabriel García Márquez, al leer un discurso.
Yo no vengo a hablar de dios, confieso, pero hablaré de dios. No del dios de mis padres, o de los padres de sus padres, o de los padres de aquellos.
Vengo a hablarles del dios literario, que es amor y castigo para cada aprendiz de escritor oriundo de esa mágica república, Colombia, aparentemente la única hija legítima del descubridor Cristóbal Colón.
No soy religioso, pero hablaré de dios. Del único dios que conocí desde que abrí, flaco, adolescente y sin sospechas, sobre un anaquel de la Librería Nacional de Bogotá, la "Crónica de una muerte anunciada".
Era una clásica tarde bogotana, de nubes cenicientas y amagos de frío; de esos que asaltan las extremidades, pero no llegan del todo a congelar los huesos.
Enfundado en mi uniforme de colegio, de regreso a casa de mis padres fui leyendo esa angustiante novela. Caminé a paso lento por la vía férrea, inofensiva. Para mi fortuna, en Bogotá el tren casi no pasa, o no pasaba en esos años, lo que me permitía caminar a mi antojo.
Me sorprendí también leyendo a paso lento, al acercarme a la escena final, porque yo no quería que el libro se acabara. No quería. No quería que se acabara. Que no se acabara. Que no se acabara. Que no le llegara jamás, ni a Santiago Nasar ni a ese libro, su muerte anunciada.
Esa fue la verdadera Crónica; no el sacrificio de Santiago Nasar, destripado a mansalva por los gemelos Vicario. No. Fue la crónica de la muerte de mi inocencia, y de la inocencia de tantos lectores, al comprender que existía un autor cuya pluma se había forjado en el fuego prístino de Prometeo. Pero ese escritor no nació a los pies del monte Olimpo; más bien a proximidad de la Sierra Nevada de Santa Marta, bajo el calor voraz del Caribe.
Y es que para García Márquez el Caribe no es una región. Es un estado del alma. Incluso en los “Doce Cuentos Peregrinos”, relatos ambientados en el continente europeo, el Caribe está presente en los gozos y tribulaciones de personajes icónicos como Nena Daconte u Homero Rey.
Para García Márquez el Caribe lo protagoniza todo. No Úrsula, ni José Arcadio, ni Aureliano. Con Macondo o sin Macondo, en sus libros el que manda es el Caribe. Con su sol radiante
y su alegría inefable, el Caribe es el lienzo sobre el que se dibuja toda la obra del premio Nobel de literatura colombiano.
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Ya teniendo el lienzo, pasemos a elegir los óleos.
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Se ha debatido muchas veces si la soledad es el tema central de las obras de Gabriel García Márquez. Sin duda la soledad ocupa un lugar preponderante en su novela póstuma "En agosto nos vemos", cuya primera edición en lengua danesa tenemos la oportunidad de presentar hoy.
Compruebo también que desde la publicación de "Cien años de soledad", en 1967, ningún escritor hispanoamericano ha podido volver a conectar tinta y papel para garabatear dos frases que comprendan la palabra "soledad", sin que le tiemblen las piernas o le falte el aliento. Al sentarse a escribir sobre la soledad, ningún escritor ha vuelto a estar solo; tiene siempre a un bigotudo novelista caribeño respirándole sobre la nuca.
Por eso declaro clausurada, con la novela "En agosto nos vemos", cualquier nueva osadía de querer escribir sobre la soledad sin antes derramar una gotita de ron, para pedir la indulgencia del espíritu burlón de Gabriel García Márquez.
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Con este trago de ron les digo ¡Salud!; pero no se alegren, no hemos terminado.
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Con ánimo de fiesta, le rindo también homenaje al amor, "posiblemente el tema principal" de toda la obra de Gabriel García Márquez, si le creemos a la exégesis de sus hijos, Rodrigo y Gonzalo, en el prólogo del libro "En agosto nos vemos".
El amor está presente en el ascenso a los cielos de Remedios La Bella entre sábanas voladoras; o en los cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días que debieron esperar Fermina Daza y Florentino Ariza para estar juntos. También está presente en el bufé de cucaracha que se devoró el vicario Cayetano Delaura, para confesar sus sentimientos a la adolescente Sierva María de Todos los Ángeles. Y al final el amor se respira en las aventuras de Ana Magdalena Bach, hacia el ocaso de su vida, en esa isla utópica donde transcurre la novela "En agosto nos vemos".
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Me detengo aquí un instante, con el ritmo sosegado de este nuevo y quizás -conservo el quizás- último libro de Gabriel García Márquez. Lo hago para ofrecer una opinión sincera sobre la polémica que ha suscitado la decisión misma de publicar este libro póstumo de Gabriel García Márquez y su calidad literaria.
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En el preludio de uno de mis libros opiné que "el verdadero placer solitario es la lectura". Sin importar qué se comente, la prueba de fuego para un libro, su verdadero juicio final,
radica en si el lector lo ha disfrutado o no en soledad. En esa soledad de minutos o de horas, arrancada a los afanes del día en la acelerada sociedad contemporánea. No se trata de la soledad de cien años cuyas estirpes "no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra", sino de una más pedestre y simple; aquella elusiva soledad de las metrópolis, donde aislarse para leer resulta más difícil que décadas atrás.
He leído opiniones inconsultas de columnistas que afirman, con arrogancia, que no leerán la novela póstuma de Gabriel García Márquez, supuestamente por razones de ética o respeto. Si es por desidia o desgano, lo puedo comprender. Pero divulgar públicamente y con ahínco que no leerán tal o cual novela, es afán de protagonismo.
Que se guarden su opinión, por ser insustancial, o que lean esta obra póstuma de Gabo y digan con sinceridad si no la han disfrutado.
Con respecto a "En agosto nos vemos" hay que preguntarse: ¿Quién ama más a un padre que sus hijos? ¿Quién conoció mejor la obra y los deseos del escritor que quienes lo acompañaron durante largos años, como su secretaria Mónica Alonso y sus hijos Rodrigo y Gonzalo?
En el prólogo y el epílogo de este libro, el editor Cristóbal Pera y los hijos del hijo del telegrafista ofrecen explicaciones respetuosas para la publicación de una obra que no fue un delirio de senilidad. Fue madurada por Gabriel García Márquez durante muchos años.
Según el editor Cristóbal Pera, Gabo trabajó en esta novela desde 1999 y escribió cinco versiones de la misma hasta 2004. Ya en el siglo XX, el primer cuento de lo que sería la novela "En agosto nos vemos" fue publicado en las páginas del diario El País de España por la periodista Rosa Mora. En el siglo XX nadie ponía en duda que Gabriel García Márquez estuviera en plena forma.
Pero la historia no se detiene allí. García Márquez trabajó en el manuscrito de “En agosto nos vemos” por los mismos años en que redactó el mejor libro de memorias que se ha escrito desde el “Confieso que he vivido” de Pablo Neruda. Se trata de la apabullante autobiografía de Gabriel García Márquez titulada “Vivir para contarla”, publicada en 2002. Para la referencia de los bibliófilos y bibliófagos, la autobiografía de Neruda también fue un libro póstumo. Yo, al menos, no me quejo de que no se hubiera quedado encerrada en una gaveta oxidada de la Isla Negra.
En mayo de 2003, un año antes del lanzamiento de “Memoria de mis putas tristes”, la última novela de Gabo editada en vida, la revista Cambio publicó un segundo fragmento de lo que vendría a ser “En agosto nos vemos”. Esto hace pensar que el escritor sí quiso que esta historia viera la luz; la “Luz de agosto”, como ese libro de William Faulkner que tanto influyó sobre el premio Nobel colombiano. Recordemos que el mítico pueblo faulkneriano de Yoknapatawpha lo inspiró para crear Macondo. Agosto sería para siempre en la mente de Gabo el mes faulkneriano y no es gratuito que esta novela tenga acentos del Gabriel García Márquez de sus primeros escritos, con influencias de ese gran autor norteamericano.
Para quienes todavía dudan de la intención reflexionada y no fugaz de Gabriel García Márquez de cerrar el ciclo de su vida literaria con esta novela, dejaré que sea el propio premio Nobel quien describa su método de escritura, compatible con esta novela madurada por más de una década:
"En cuanto a mi método de trabajo, es bastante coherente con esto que les estoy diciendo. Nunca sé cuánto voy a poder escribir ni qué voy a escribir. Espero que se me ocurra algo y, cuando se me ocurre una idea que juzgo buena para escribirla, me pongo a darle vueltas en la cabeza y dejo que se vaya madurando. Cuando la tengo terminada (y a veces pasan muchos años, como en el caso de Cien años de soledad, que pasé diecinueve años pensándola), cuando la tengo terminada, repito, entonces me siento a escribirla y ahí empieza la parte más difícil y la que más me aburre. Porque lo más delicioso de la historia es concebirla, irla redondeando, dándole vueltas y revueltas, de manera que a la hora de sentarse a escribirla ya no le interesa a uno mucho, o al menos a mí no me interesa mucho; la idea que le da vueltas." (Gabriel García Márquez, “Cómo comencé a escribir”, Caracas, Venezuela, 3 de mayo de 1970).
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Comprendo que no fue fácil sopesar el deseo de un autor de publicar una obra, por más de una década, contra el arrepentimiento de los meses finales de su vida, para tomar una decisión que dejaría a muchos insatisfechos, de una u otra forma. Siento empatía con la familia del escritor y le agradezco por su valentía, desde mi hambre solitaria de prosa poética.
Si otros mortales no hubiesen tenido un coraje semejante, nos habríamos privado de libros notables de Vladimir Nabokov, J.D. Sallinger, Jane Austen, Herman Melville, Jean-Jacques Rousseau, F. Scott Fitzgerald, Roberto Bolaño y, por supuesto, Franz Kafka.
Por eso al referirse a algunos de estos autores, y en concreto a Gabriel García Márquez, el editor de la revista Esquire, Alex Belth, opinó recientemente que "la literatura con seguridad sería más pobre si estos libros no hubieran sido publicados".
Para aquellos críticos que, con tanta facilidad, gritan “J’accuse… !”, por oportunismo mediático y sin haber padecido junto a la familia del escritor el deterioro ineluctable de los últimos años de un ser amado, solo vale la pena invitarlos a reflexionar si el mundo es hoy mejor gracias a esta nueva historia de amor; o si era preferible negarle el placer solitario de leer, a fieles como yo, el último evangelio del ser más próximo a la divinidad en el panteón de las letras.
No busquen culpables donde no los hay. Evocando a Ray Bradbury, en su agobiante “Fahrenheit 451”, con la publicación póstuma de “En agosto nos vemos” se confirma que el libro no es el cuerpo del delito; el libro es el cuerpo del deleite.
¡Muchas gracias!
** DUVÁN OCAMPO es Diplomático y Jefe de la Embajada de Colombia en Dinamarca. Ha publicado cuatro libros de poemas y ha obtenido numerosos premios literarios. Su más reciente libro, "A esta hora también hay sexo en Kiev", fue finalista del prestigioso Premio Juan Ramón Jiménez (Miami, 2022) y salió a la venta en enero de 2024. Todos sus ingresos por la venta de ese libro los destinará a la reconstrucción de Ucrania.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ AND THE BOOK AS A BODY OF DELIGHT
Regarding the publication of the posthumous novel
“Until August”
(Copenhagen, March 15, 2024)
By Duván Ocampo **
"I don't come to deliver a speech," confessed Gabriel García Márquez, when reading a speech.
I don't come to talk about God, I confess, but I will talk about God. Not about the god of my parents, or the parents of their parents, or the parents of those.
I come to talk to you about the literary god, who is love and punishment for every apprentice writer from that magical republic, Colombia, apparently the only legitimate daughter of the discoverer Christopher Columbus.
I'm not religious, but I will talk about God. About the only god I have known since I opened, skinny, adolescent and without suspicion, on a shelf in the National Bookstore of Bogota, the "Chronicle of a Death Foretold."
It was a typical Bogota afternoon, with ashy clouds and hints of cold; of those that attack the extremities, but do not completely freeze the bones.
Dressed in my school uniform, on the way back to my parents' house I read that distressing novel. I walked slowly along the harmless railway track. Fortunately for me, in Bogota the train hardly passes by, or did not pass by during those years, allowing me to walk as I pleased.
I also surprised myself by reading at a slow pace, as I approached the final scene, because I didn't want the book to end. I did not want to. I didn't want it to end. May it not end. May it not end. May the foretold death never reach either Santiago Nasar or that book.
That was the true Chronicle; not the sacrifice of Santiago Nasar, gutted openly by the Vicario twins. No. It was the chronicle of the death of my innocence, and of the innocence of so many readers, upon understanding that there was an author whose pen had been forged in the pristine fire of Prometheus. But that writer was not born at the feet of Mount Olympus; rather near the Sierra Nevada de Santa Marta, under the voracious heat of the Caribbean.
Actually, for García Márquez the Caribbean is not a region. It is a state of the soul. Even in the “Twelve Pilgrim Tales”, stories set on the European continent, the Caribbean is present in the joys and tribulations of iconic characters such as Nena Daconte or Homero Rey.
For García Márquez the Caribbean is the protagonist of everything. Not Úrsula, nor José Arcadio, nor Aureliano. With Macondo or without Macondo, in his books it is the Caribbean that rules. With its radiant sun and ineffable joy, the Caribbean is the canvas on which all the work of the Colombian Nobel Prize winner in literature is drawn.
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Now that we have the canvas, let's move on to choosing the oil paints.
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It has been debated many times whether loneliness is the central theme of the works of Gabriel García Márquez. Without a doubt, loneliness occupies a prominent place in his posthumous novel "Until August", whose first edition in the Danish language we have the opportunity to introduce today.
I also confirm that since the publication of "One Hundred Years of Solitude", in 1967, no Spanish-American writer has been able to put together ink and paper again to scribble two sentences that include the word "solitude" without having their legs shake or without losing their breath. When sitting down to write about loneliness, no writer has ever been alone again; they always have a mustachioed Caribbean novelist breathing down their neck.
That is why I declare shut, with the novel "Until August", any new daring to want to write about loneliness without first spilling a drop of rum, to ask for the indulgence of the mocking spirit of Gabriel García Márquez.
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With this drink of rum, I say Cheers! But don't rejoice yet, we're not done.
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In the spirit of celebration, I also pay tribute to love, "possibly the main theme" of all the work of Gabriel García Márquez, if we believe the exegesis of his sons, Rodrigo and Gonzalo, in the prologue of the book "Until August".
Love is present in Remedios La Bella's ascent to the heavens among flying sheets; or in the fifty-one years, nine months, and four days that Fermina Daza and Florentino Ariza had to wait to be together. It is also present in the cockroach buffet that the vicar Cayetano Delaura devoured to confess his feelings to the teenager Sierva María de Todos los Ángeles. And in the end, we get a whiff of love in the adventures of Ana Magdalena Bach, towards the twilight of her life, on that utopian island where the novel "Until August" takes place.
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I stop here for a moment, with the calm rhythm of this new and perhaps - I keep the perhaps - last book by Gabriel García Márquez. I do so to offer a sincere opinion about the controversy that has aroused the very decision to publish this posthumous book by Gabriel García Márquez and its literary quality.
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In the prelude to one of my books I opined that "the true solitary pleasure is reading." No matter what is said, the litmus test for a book, its true final judgment, lies in whether or not the reader has enjoyed it alone. In that solitude of minutes or hours, torn from the cares of the day in the accelerated contemporary society. It is not about the loneliness of a hundred years whose races "did not have a second chance on earth", but about a more pedestrian
and simple one; that elusive loneliness of the metropolis, where isolating yourself to read is more difficult than decades ago.
I have read unsolicited opinions from columnists who arrogantly claim that they will not read Gabriel García Márquez's posthumous novel, supposedly for reasons of ethics or respect. If it is due to laziness or reluctance, I can understand it. But to announce publicly and vigorously that you will not read this or that novel is a desperate call for attention.
May they keep their opinion to themselves because it is insubstantial, or may they read this posthumous work by Gabo and honestly say if they have not enjoyed it.
Regarding "Until August" you must ask yourself: Who loves a father more than his children? Who knew the writer's work and desires better than those who accompanied him for many years, such as his secretary Mónica Alonso and his sons Rodrigo and Gonzalo?
In the prologue and epilogue of this book, the editor Cristóbal Pera and the sons of the telegrapher's son offer respectful explanations for the publication of a work that was not a delirium of senility. It was matured by Gabriel García Márquez for many years.
According to the editor Cristóbal Pera, Gabo worked on this novel since 1999 and wrote five versions of it until 2004. Already in the 20th century, the first story of what would become the novel "Until August" was published in the pages of the newspaper El País of Spain by journalist Rosa Mora. In the 20th century, no one doubted that Gabriel García Márquez was in top shape.
But the story doesn't stop there. García Márquez worked on the manuscript of “Until August” during the same years in which he wrote the best memoir that has been written since Pablo Neruda's “I Confess That I Have Lived.” This is the overwhelming autobiography of Gabriel García Márquez entitled “Living to Tell the Tale”, published in 2002. For the reference of bibliophiles and bibliophages, Neruda's autobiography was also a posthumous book. I, at least, do not complain about it not remaining locked in a rusty drawer on Isla Negra.
In May 2003, a year before the release of “Memories of my Melancholy Whores”, Gabo's last novel printed during his lifetime, Cambio magazine published a second fragment of what would become “See you in August.” This suggests that the writer did want this story to see the light; the “Light of August”, like that book by William Faulkner that had such an influence on the Colombian Nobel Prize winner. Let us remember that the mythical Faulknerian town of Yoknapatawpha inspired him to create Macondo. August would forever be the Faulknerian month in Gabo's mind and it is not without reason that this novel has accents of the Gabriel García Márquez of his first writings, with influences from that great North American author.
For those who still doubt the thoughtful and non-fleeting intention of Gabriel García Márquez to close the cycle of his literary life with this novel, I will let the Nobel Prize winner himself describe his writing method, compatible with this novel matured by more than one decade:
"As for my working method, it is quite consistent with what I am telling you. I never know how much I will be able to write or what I will write. I wait for something to occur to me and, when an idea occurs to me that I consider good to write, I start turning it over in my head and let it mature. When I have finished it (and sometimes many years pass, as in the case of One Hundred Years of Solitude, which I spent nineteen years thinking about), when I have finished it, I repeat, then I sit down to write it and
that's when the most difficult part begins and the one that bores me the most. Because the most delicious thing about the story is to conceive it, rounding it off, turning it over and over, so that by the time I sit down to write it, it doesn't interest oneself much, or at least it doesn't interest me much; the idea that keeps on turning." (Gabriel García Márquez, “How I began to write”, Caracas, Venezuela, May 3, 1970).
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I understand that it was not easy to weigh an author's desire to publish a work, for more than a decade, against the regret of the final months of his life, to make a decision that would leave many dissatisfied, in one way or another. I feel empathy with the writer's family, and I thank them for their bravery, from my lonely hunger for poetic prose.
If other mortals had not had such courage, we would have been deprived of notable books by Vladimir Nabokov, J.D. Sallinger, Jane Austen, Herman Melville, Jean-Jacques Rousseau, F. Scott Fitzgerald, Roberto Bolaño and, of course, Franz Kafka.
That is why, when referring to some of these authors, and specifically Gabriel García Márquez, the editor of Esquire magazine, Alex Belth, recently opined that “literature surely would be poorer had these books not been published.”
For those critics who, so easily, shout "J'accuse...!", out of media opportunism and without having suffered with the writer's family the inevitable deterioration of the last years of a loved one, it is only worth inviting them to reflect if the world is better today thanks to this new love story; or if it was preferable to deny, to the faithful like me, the solitary pleasure of reading the latest gospel from the closest being to divinity in the pantheon of letters.
Do not look for culprits where there are none. Evoking Ray Bradbury, in his overwhelming “Fahrenheit 451”, with the posthumous publication of “Until August” it is confirmed that the book is not the body of the crime; the book is the body of delight.
Thank you so much!
** DUVÁN OCAMPO is a Diplomat and Head of the Colombian Embassy in Denmark. He has published four books of poems and has won numerous literary awards. His most recent book, "At this time there is also sex in Kiev", was a finalist for the prestigious Juan Ramón Jiménez Award (Miami, 2022) and went on sale in January 2024. All of his income from the sale of that book will go to to the reconstruction of Ukraine.